domingo, 14 de junio de 2009

Mi vida había sido una interminable y tenebrosa medianoche. Había sido, por necesidad para mí, siempre media noche. ¿Así que como era posible que el sol saliera justo en mi medianoche?
Me convertí en vampiro, cambiando mi alma y mi mortalidad, a través de una transformación dolorosa, para finalmente congelarme. Mi cuerpo había cambiado en roca con piel, endurecida y sin encanto. Yo mismo, me había congelado –mi personalidad, lo que me agradaba, lo que no, mis modos y mis deseos– todos se habían congelado.
Fue lo mismo para los demás. Todos estábamos congelados. Piedras vivientes.
Cuando el cambio nos llegaba, nos era permanente. Lo vi pasar con Carlisle, y una década después con Rosalie. El amor los había cambiado de manera eterna. Una manera que nunca se desvanecía. Más de ocho décadas habían pasado desde que Carlisle encontró a Esme, y todavía se miraban con la incrédula mirada del primer amor. Siempre había sido así para ellos.
Siempre sería así para mí ahora. Siempre amaré a esta frágil chica humana, por el resto de mi ilimitada existencia.
Miré fijamente la cara inconciente de la chica, sintiendo este amor por ella en cada parte de mi cuerpo de piedra.
Ella dormía un poco más tranquila que antes, con una pequeña sonrisa en sus labios.


Edward Cullen la primera noche que vio a Bella dormir.
Como no a m a r l o.

No hay comentarios:

Publicar un comentario